PERÚ Y RUSIA A 100 AÑOS DEL BOLCHEVISMO
Año 13 – Nº 191 Arequipa, 2017, junio 16. http://candela3.blogspot.com
Por: Arturo Muñoz candela369@gmail.com
Estamos a pocos meses de conmemorar los 100 años de la Revolución Bolchevique, y los vamos a celebrar en Perú sin una izquierda marxista leninista orgánica, muy por el contrario, sólo encontramos el color gris de la burocracia sindical y los deseos de la pequeña burguesía de obtener el certificado de buena conducta otorgado por el imperialismo. Literalmente el pueblo bolivariano de Venezuela está sin un apoyo firme por parte de las organizaciones peruanas que se reclaman de izquierda. El lado positivo es el surgimiento de numerosos colectivos marxistas leninistas, sólidos en sus convicciones y en la defensa de la Revolución Bolivariana frente al ataque inmisericorde del imperialismo contra el pueblo venezolano.
Acabamos
de concluir el foro sobre Mariátegui y la Revolución
Bolchevique, en el auditorio de la Facultad de Ciencias de la
Comunicación de la Universidad Nacional de San Agustín, organizado por la Comisión Octubre, integrada por Escuelas Libres, Taller Femenino La Cantuta, Revista
Disenso y personas sin organización, actividad que contó con el
invalorable apoyo del grupo de jóvenes del Cine
Club Alain Resnais de la Escuela de Comunicación de la mencionada
universidad. Y en la exposición que presente, la idea central fue que teníamos
que ubicarnos en la realidad de 1917 en Rusia y estudiar
las alternativas para solucionar el problema ruso de esa época, estudiar si la
decisión de los bolcheviques fue la correcta o cuáles fueron los errores que no
cometeríamos hoy, examinando el desenlace trágico y de fracaso del modelo
soviético del socialismo en 1991. Pues, la
burguesía, el imperialismo, día y noche, machaca en la mente del pueblo peruano
el fracaso del socialismo, nos enrostra el drama del campo socialista y de la
URSS en específico, y le dice al pueblo que no deben escoger la vía socialista
porque si no acabarán igual como terminaron las sociedades socialistas que
siguieron el modelo soviético.
Necesitamos hacer el balance de la experiencia soviética para
decirle al pueblo porqué sigue vigente el socialismo. Este balance es aún más necesario en este
momento de nuevas experiencias de lucha contra el capitalismo, encarnadas en la
Revolución Bolivariana, en la conformación del
Estado Plurinacional de Bolivia y en la Revolución Ciudadana en Ecuador. Y este balance hay que hacerlo con los grupos y colectivos
consecuentemente marxistas leninistas, que estén insertados en la lucha
de clases, en los movimientos sociales, puesto que los
partidos comunistas, “peces”, sobrevivientes son estructuras sin capacidad de
renovación y en proceso de extinción, y, también, algunas de las nuevas
organizaciones progresistas carecen del espíritu de cambio imprescindible en un
revolucionario, no tienen la fuerza personal y de grupo para continuar la lucha
contra el capitalismo, para enfrentar decididamente al imperialismo.
Asumiendo
la enseñanza de Lenin: cuando se comete un error hay
que reconocerlo ante las masas y comenzar de nuevo, una y otra vez, sin
cansarse; por ello es necesario reconocer el fracasó del modelo soviético sin
intentar maquillar la derrota sufrida por las fuerza socialistas mundiales a
raíz de esta frustración; pero hay que ser lo suficientemente claros ante las
masas de que ese acto fallido no significa para nada que el socialismo no siga
vigente como alternativa al capitalismo, pues las
terceras vías no existen.
Y para volver a iniciar la tarea de organizar al pueblo y junto
con las masas organizadas construir el socialismo en el Perú debemos, primero, estudiar
la historia de la Revolución Bolchevique, para aprender como los
revolucionarios rusos solucionaron los problemas que les tocó enfrentar, cual
fue la metodología empleada por ellos, sacar las valiosas enseñanzas de su
experimento que abrió el camino a la humanidad para acabar con la explotación
del ser humano por otro ser humano. Y, segundo, afirmar
categóricamente que el socialismo no ha fracasado, pues muchos de los avances
de la sociedad soviética son hoy conquistas de toda la humanidad,
reconocidas por los propios capitalistas en los países más desarrollados como
en los más atrasados.
Entrando
al tema del balance del modelo soviético del socialismo, acercándonos a él con objetivos prácticos concretos, para darle de portazos
a la burguesía latinoamericana y mundial, que en
este instante agrede sin piedad al pueblo venezolano, burguesía mundial que
obliga a regresar al pasado neoliberal a los pueblos de Argentina y Brasil,
esparciendo miseria y desempleo en los cientos de millones de trabajadores
urbanos y rurales de esos países; y para sentar las
bases de una renovada teoría revolucionaria latinoamericana en base a la
práctica de los pueblos rebeldes como el mapuche, sumido en una cruenta
guerra contra las transnacionales, haciendo nuestra su consigna “todos tenemos sangre mapuche, o en las venas o en las manos”,
comprometiéndonos con su lucha y la de todos los pueblos para no tener su
sangre en las manos sea por comisión o por omisión.
Rusia en
1917 era un extenso país de 22 millones de kilómetros cuadrados, más de 17
veces la extensión del Perú, con una población de 174 millones de habitantes,
un poco más 5 veces la población actual de nuestro país. Sólo el 15% vivía en
las ciudades rusas. Del total de la población rusa, 140
millones eran campesinos pobres, mujiks, y 3 millones eran obreros,
viviendo en condiciones infrahumanas, sin sanidad, hacinados, sin educación,
con jornadas de trabajo de 16 horas, sin agua ni desagüe, sin viviendas. En el otro extremo, la nobleza, el clero, los terratenientes
(kulaks), la burguesía industrial y los oficiales del ejército, que no pasaban
de 2 millones de personas. Para colmo, el grado de explotación de los
obreros y de los campesinos creció dramáticamente con el inicio de la primera guerra mundial entre las potencias imperialistas en
1914.
Rusia era
una sociedad feudal en 1917, más conocida como “la cárcel de los pueblos”. En el Imperio Ruso el Zar tenía el poder absoluto. El
zar era el jefe político, la cabeza de la Iglesia Ortodoxa, el comandante de
las fuerzas armadas, la familia real concentraba la mayor riqueza en Rusia. La
ojrana, la policía del zar, liquidaba toda oposición. Los derechos a reunión, a
la libre expresión de las ideas, a la sindicalización, vigentes ya en la Europa
Occidental, no existían en la Rusia zarista.
Los campesinos rusos fueron liberados de la esclavitud en 1861, pagando por su libertad a los
terratenientes y al estado imperial ruso. Al momento de la Revolución
Bolchevique, lo campesinos sólo tenían 56 años de haber
sido liberados de la esclavitud. Los campesinos rusos eran una mayoría
abrumadora, el 85% de la población. Los campesinos no estaban organizados en
Rusia, era una masa amorfa, fue el poder soviético
que los organizó luego de la conquista del poder. Con esa masa saliendo de la esclavitud, sumida en la mayor de
las opresiones, en el analfabetismo, en la ignorancia, el Partido Bolchevique
fue capaz de dirigir la primera revolución socialista.
Si en
este momento en el Perú se hiciera una revolución socialista, los campesinos peruanos recién tendrían 48 años de haber sido
liberados de la servidumbre de las haciendas. José María Arguedas
escribió sobre una realidad que ya no existe en parte (no se ha estudiado aún
el tamaño de esa parte de la realidad que cambió con la Reforma Agraria de
Velasco de 1969), lo cierto es que El Sueño del Pongo pertenece a un pasado muy
reciente.
Pongámonos
a pensar en el Perú actual, el reto que
representaría conducir a una población que ha bajado del ande, no para hacer la
revolución socialista calzando ojotas como la visualizó Mariátegui, sino que esa
masa de campesinos bajaron del ande a las ciudades de la costa, de la selva, a
las ciudades de la cuesta (ubicadas entre la costa y la puna, como Arequipa), esas masas campesinas bajaron transformadas en comerciantes,
con una mentalidad capitalista y se dedicaron a hacer dinero en el comercio y
en los talleres clandestinos, convertidos en industriales y comerciantes informales
de las ciudades.
Por no
pensar en ello, en estudiar el cambio producido por las
reformas velasquistas, y sacar la conclusión
de que las comunidades indígenas no eran el reducto del comunismo primitivo
incaico, ni la reserva cultural del imperio incaico, sino la fuente del desarrollo del capitalismo peruano; por no
ser marxistas leninistas y estudiar y comprender la realidad concreta
cambiante, es que todos los partidos de la Izquierda
Unida acabaron reducidos a cascarones, a etiquetas, que la derecha
peruana utiliza para asustar o crear cortinas de humo de vez en cuando.
Lenin,
atento a los cambios en la realidad rusa, entendió que aplicar el marxismo
dogmáticamente era ir derecho a la derrota, por ello, dejando de lado la
afirmación marxista de que sólo con un proletariado industrial en gran número
se podía “hacer” la revolución socialista,
hizo el giro genial de la concepción teórica
de que el proletariado es la única clase capaz de “hacer” la revolución
socialista a la concepción, producto de la práctica revolucionaria de las masas
rusas, de que la alianza obrera y campesina, la
hoz y el martillo, el frente único de clases podía conducir a las masas rusas
al socialismo, al gobierno obrero y campesino, la forma rusa de la dictadura
del proletariado.
En el Perú actual, con una población campesina menor al 20% y en proceso de disminución
constante, con el crecimiento de las ciudades geométricamente, con el aumento
agobiante de la población dedicada a servicios y comercio, condenada a ser
revendedora de chatarra importada, nos preguntamos ¿Cómo
conducir a las masas a una revolución socialista? La respuesta es que
necesitamos reconstruir a la izquierda políticamente, y para reconstruir a la
izquierda es necesario girar a una alianza creativa, de
frente único, de unidad de los trabajadores productivos con los improductivos, que
no es lo mismo que el simplismo aprista de la alianza de trabajadores manuales
e intelectuales, pues los trabajadores intelectuales también producen, y porque
esta concepción aprista del frente fue recogida del tacho de basura de la
historia, de la basura ideológica y política de la socialdemocracia europea.
Sí, el frente único en el Perú es la alianza de esa minoría de
obreros productivos con la inmensa masa de trabajadores de servicio y del
comercio pequeño y mediano, incluyendo en la concepción de trabajadores
productivos a los agricultores, a los campesinos. Allí reside la fuerza
de la revolución peruana.
Frente a
la realidad rusa de un país atrasado, con enormes desigualdades, hubo otras dos
propuestas alternativas al bolchevismo, la primera, la de la nobleza más
instruida ligada a la burguesía industrial de instaurar una monarquía
constitucional, presentada por el Partido Demócrata Constitucionalista,
propuesta desechada por las masas en julio de 1917, cuando el príncipe Lvov fue
sustituido por Kerensky. La segunda, la del partido Socialista Revolucionario,
de dejar en manos de los campesinos el rol dirigente de la revolución. Este
camino también fue dejado de lado por las masas, pues los únicos que estaban
preparados para dirigir la revolución fueron los obreros, la vanguardia de los
3 millones de obreros, que no eran más que una gota de agua en el océano de los
174 millones de rusas y rusos. Y los obreros tomaron como suyo el programa
agrario de los socialistas revolucionarios y forjaron la alianza obrera y
campesina.
De los tres posibles caminos: la monarquía constitucional (Partido
Demócrata Constitucionalista), la república burguesa, sustentada en el
campesinado (Partido Socialista Revolucionario) y la dictadura del
proletariado, sostenida en la alianza obrera y campesina (Partido Obrero
Socialdemócrata Ruso – bolchevique), las masas el 25 de octubre optaron por el
camino de la dictadura del proletariado.
En 1918
el PSDOR – bolchevique modifica su nombre a Partido Comunista Ruso, crea en
1922 la III Internacional Comunista y generaliza la experiencia soviética, se forman en muchos países partidos comunistas a semejanza del
ruso. Algunos de ellos piensan con cabeza
propia como el Partido Comunista Chino, logran tomar el poder y crear su propia
forma de estado, el de Nueva Democracia o democracia popular, distinto al
estado soviético. Otros, como el peruano, olvidan la enseñanza de Mariátegui de
que la revolución no es ni calco ni copia, sino creación heroica y convocan al
pueblo a crear soviets.
Los
soviets o consejos de obreros, de campesinos y de soldados abandonaron la
democracia representativa, es decir, la delegación del poder del pueblo en
representantes (parlamentarios), que luego de elegidos lo traicionan, aprobando
leyes favorables a los capitalistas, a los grandes capitalistas, a las empresas
transnacionales. Por el contrario, los soviets nombran en asambleas
territoriales y sectoriales a sus representantes a una asamblea superior, hasta
llegar al soviet supremo; el obrero y el campesino no ceden el poder, pues en
cualquier momento pueden fiscalizar a su representante elegido y revocarlo en
su cargo o ratificarlo.
Esta forma de democracia soviética degenera en un estado
burocrático, los
representantes se apropian de la riqueza producida por los trabajadores, no en
la forma como lo hace el capitalista al apropiarse del trabajo del obrero
(enajenación), sino de la apropiación de una parte de lo recaudado por el estado
soviético. Se organiza una mafia de burócratas en el estado soviético que
comienza a despilfarrar la riqueza producida por los trabajadores. Las fuerzas
productivas dejan de crecer y finalmente el estado soviético se derrumba el 25
de diciembre de 1991.
Los partidos comunistas dependientes (o creados a semejanza) en todo sentido del PCUS sufren la misma degeneración burocrática. Al desplome de la URSS los “peces” también desaparecen, se vuelven marginarles; integrados por gente acostumbrada a vivir de la subvención de la burocracia soviética son incapaces de renovarse, de supervivir al estilo bolchevique: con pocos recursos, con gran disciplina y una convicción revolucionaria a toda prueba. Todos los líderes de los “peces” hablan de Lenin pero ninguno se le parece en lo más mínimo.
Los partidos comunistas dependientes (o creados a semejanza) en todo sentido del PCUS sufren la misma degeneración burocrática. Al desplome de la URSS los “peces” también desaparecen, se vuelven marginarles; integrados por gente acostumbrada a vivir de la subvención de la burocracia soviética son incapaces de renovarse, de supervivir al estilo bolchevique: con pocos recursos, con gran disciplina y una convicción revolucionaria a toda prueba. Todos los líderes de los “peces” hablan de Lenin pero ninguno se le parece en lo más mínimo.
Sic
transit gloria mundi. 74 años después del triunfo del proletariado en Rusia, de
iniciarse la construcción del socialismo, la experiencia soviética fracasa.
Gran desolación en los revolucionarios, una buena cantidad pretende borrar su
pasado comunista de su hoja de vida, o adoptan un comportamiento oportunista y
buscan la certificación de buena conducta del imperialismo. Al desplome del campo socialista soviético una voz en América
Latina se alza para hacer control de daños, para decir que el socialismo
no se acaba con el fracaso del modelo soviético, que hay vida para el
socialismo más allá de la URSS, es la voz del pueblo
cubano personificada en Fidel Castro:
“En Cuba llevamos a cabo nuestro
proceso de rectificación. Sin un partido fuerte, disciplinado y respetado, es
imposible desarrollar una revolución o una rectificación verdaderamente
socialista. No es posible llevar a cabo semejante proceso calumniando al
socialismo, destruyendo sus valores, desprestigiando al Partido, desmoralizando
la vanguardia, renunciando a su papel dirigente, liquidando la disciplina
social, sembrando el caos y la anarquía en todas partes. Así se puede promover
una contrarrevolución, pero no cambios revolucionarios.”
“El imperialismo yanki piensa
que Cuba no podrá resistir y que la nueva situación surgida en el campo
socialista le permitirá doblegar inexorablemente a nuestra Revolución.”
“Cuba no es un país donde el
socialismo llegó tras las divisiones victoriosas del Ejército Rojo. En Cuba, el
socialismo lo forjamos los cubanos en auténtica y heroica lucha. Treinta años
de resistencia al más poderoso imperio de la tierra que quiso destruir a
nuestra Revolución, dan testimonio de nuestra fortaleza política y moral.”
Aquí
vemos la importancia de la independencia, de pensar con cabeza propia, como
Fidel cuando debió enfrentar la desaparición del campo socialista soviético. Con
esa misma fuerza con la cual el pueblo cubano superó el “periodo especial”, hoy
el heroico pueblo cubano vencerá la ofensiva de Donald Trump, insensato
presidente del imperialismo yanqui que amenaza a los pueblos del mundo con una
nueva guerra mundial.
Pero,
para ser justos con la historia, a pocos años de iniciada la revolución
bolchevique, Lenin supo entender las dificultades de ser los primeros en la
construcción del socialismo y siempre repetía:
“Pero, a pesar de todo, aún no
hemos dejado de ser revolucionarios (aunque muchos dicen, y hasta no sin cierto
fundamento, que nos hemos burocratizado) y podemos comprender esta cosa
sencilla: que en la obra nueva, extraordinariamente difícil, hay que saber
comenzar desde el principio varias veces. Si después de haber comenzado te
encuentras en un atolladero, comienza de nuevo, y así diez veces si es
necesario, hasta que te salgas con la tuya. No te envanezcas, no presumas de
ser comunista, porque puede haber allí cualquier empleado sin partido, quizá
algún guardia blanco, y seguramente un guardia blanco que sabe hacer las cosas
que necesariamente deben hacerse en el orden económico, en tanto que tú no lo
sabes. Si tú, comunista que ocupas un puesto de responsabilidad, con centenares
de categorías y títulos, incluso con el de "caballero" comunista y
soviético, llegas a comprender eso, habrás conseguido tu objetivo, pues eso se
puede aprender…”
CINCO AÑOS DE LA REVOLUCIÓN
RUSA Y PERSPECTIVAS DE LA REVOLUCIÓN MUNDIAL.
Informe pronunciado ante
el IV Congreso de la Internacional Comunista el 13 de noviembre de 1922
En
1921 aprobamos en el III Congreso una resolución sobre la estructura orgánica de los partidos comunistas y los métodos y
el contenido de su labor. La resolución es magnífica, pero es rusa casi hasta la médula; es decir, se basa en las condiciones
rusas. Este es su aspecto bueno, pero también su punto flaco. Flaco porque estoy
convencido de que casi ningún extranjero podrá leerla;
yo la he releído antes de hacer esta afirmación.
Primero,
es demasiado larga, consta de cincuenta o más puntos.
Por regla general, los extranjeros no pueden leer cosas
así. Segundo, incluso si la leen, no la comprenderán
precisamente porque es demasiado rusa. No porque esté escrita en ruso (ha
sido magníficamente traducida a todos los idiomas), sino porque está sobresaturada
de espíritu ruso. Y tercero, si, en caso excepcional, algún extranjero la llega
a entender, no la podrá cumplir. Este es su tercer
defecto.
He
conversado con algunos delegados extranjeros y confío en que podré conversar detenidamente
con gran número de delegados de distintos países en el curso del congreso, aunque
no participe personalmente en él, ya que, por desgracia, no me es posible. Tengo la impresión de que hemos cometido un gran error con esta
resolución, es decir, que nosotros mismos hemos levantado una barrera en el camino
de nuestro éxito futuro. Como ya he dicho, la resolución está excelentemente
redactada, y yo suscribo todos sus cincuenta o más puntos. Pero no hemos comprendido cómo se debe llevar nuestra experiencia rusa
a los extranjeros. Cuanto expone la resolución, ha quedado en letra muerta.
Y si no comprendemos esto, no podremos seguir nuestro avance. Considero que lo más
importante para todos nosotros, tanto para los rusos como para los camaradas extranjeros,
es que, después de cinco años de revolución rusa, debemos
estudiar. Sólo ahora hemos obtenido la posibilidad de estudiar. Ignoro cuánto
durará esta posibilidad. No sé durante cuánto tiempo nos concederán las potencias
capitalistas la posibilidad de estudiar tranquilamente. Pero debemos aprovechar
cada minuto libre de las ocupaciones militares, de la guerra, para estudiar, comenzando, además, por el principio.
El partido en su totalidad y todos los sectores de la población de Rusia
lo demuestran con su afán de saber. Esta
afición al estudio prueba que nuestra tarea más importante ahora es -estudiar y
estudiar. Pero también los camaradas extranjeros deben estudiar, no en el mismo
sentido en que lo hacemos nosotros: leer, escribir y comprender lo leído, que es
lo que todavía precisamos. Se discute si esto corresponde a la cultura proletaria
o a la cultura burguesa. Dejo pendiente la cuestión. Pero de lo que no cabe ninguna
duda es que nosotros necesitamos, ante todo, aprender a leer, a escribir y a comprender
lo que leemos. Los extranjeros no lo necesitan. Les hace
falta ya algo más elevado: esto implica, primero, que comprendan también lo que hemos escrito acerca de la estructura
orgánica de los partidos comunistas y que los camaradas extranjeros firmaron sin
leerlo y sin comprenderlo. Esta debe ser su primera tarea. Es preciso llevar
a la práctica esta resolución. Pero no puede hacerse de la noche a la mañana, eso
sería completamente imposible. La resolución es demasiado
rusa: refleja la experiencia rusa. Por eso, los extranjeros no la comprenden
en absoluto y no pueden conformarse con colocarla en un rincón como un icono y rezar
ante ella. Así no se conseguirá nada.
Lo que necesitan es asimilar parte de la experiencia rusa. No sé cómo lo harán. Puede que los
fascistas de Italia, por ejemplo, nos presten un buen servicio, explicando a los
italianos que no son todavía bastante cultos y que su país no está garantizado aún
contra las centurias negras. Quizá esto sea muy útil. Nosotros,
los rusos, debemos buscar también la forma de explicar a los extranjeros las bases
de esta resolución, pues, de otro modo, se verán imposibilitados por completo para
cumplirla. Estoy convencido de que, en este sentido, debemos decir no sólo
a los camaradas rusos, sino también a los extranjeros, que lo más importante del
período en que estamos entrando es estudiar. Nosotros estudiamos en sentido general.
En cambio, los estudios de ellos deben tener un carácter
especial para que lleguen a comprender realmente la organización, la estructura,
el método y el contenido de la labor revolucionaria. Si se logra esto, las
perspectivas de la revolución mundial, estoy convencido de ello, serán no solamente
buenas, sino incluso magníficas.