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DEGENERACIÓN DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS EN PERÚ
La civilización no
suprime la barbarie, la perfecciona. Voltaire
Construir
un partido político en el Perú es una tarea sumamente difícil. La población no
confía en estos instrumentos de la democracia representativa. Alrededor de los años veinte del siglo XX, se fundaron las
dos grandes tendencias: la socialista y la democrática burguesa. La primera
representada por el Partido Socialista, cuyo mentor ideológico, político y
orgánico fue José Carlos Mariátegui La Chira. La segunda tendencia, la democrática
burguesa, tuvo a Víctor Raúl Haya de la Torre como su máximo exponente, él engendró
al APRA.
A lo largo del
siglo XX surgieron otros partidos enmarcados en estas dos propuestas principales.
Algunos de esos partidos surgieron de subdivisiones de la matriz del Partido
Socialista o del APRA, otros nacieron de movimientos sociales como expresión
política de los mismos. En el caso del socialismo, los continuadores de
Mariátegui cambiaron el nombre del Partido Socialista a Partido Comunista. En
la década del 60 el Partido Comunista se subdividió en Partido Comunista
Bandera Roja (PCP-BR), del PCP BR sucedieron otras subdivisiones: el PCP
Sendero Luminoso, el Partido Comunista del Perú Patria Roja. Los partidos socialistas
nacidos al margen del PCP fueron: Vanguardia Revolucionaria - VR, el Partido
Comunista Revolucionario – PCR. Del APRA brota una tendencia socialista, el
Movimiento Revolucionario de Izquierda – MIR.
Por el lado
de la democracia burguesa, aparecen la Democracia Cristina – DC, Acción Popular
– AP, el Partido Popular Cristiano – PPC. Partidos cuya
ideología es en esencia la misma, la democracia burguesa, la defensa del libre
mercado, la defensa de la propiedad privada, es decir, la defensa del orden
capitalista.
Los
socialistas se reafirman en la defensa de la justicia social, de la liberación
de la explotación del hombre por el hombre, de un Estado promotor, regulador y
fiscalizador. Además, de conseguir que los países coloniales y semicoloniales
se liberen de la dominación de los países imperialistas (Estados Unidos y los
países europeos).
Ambas
tendencias construyen partidos con una ideología definida, un programa político
con puntos precisos y una organización con una militancia formada.
Estas estructuras
políticas correspondientes a las tendencias socialista y democrática burguesa
duran hasta fines de los años ochenta del siglo XX. La tarea común para ambas
tendencias era la de edificar la Nación peruana. Como ninguna de las dos logran
cumplir el objetivo señalado. La población se siente desilusionada de ambas
tendencias. El Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, instaurado el 3 de
octubre de 1968, realiza parcialmente la edificación de la Nación peruana.
Durante los
años ochenta del siglo XX la economía sufre una crisis tras otra. El APRA asume
el gobierno en 1985 y empuja al abismo de la pobreza a millones de familias
peruanas, provocando una inflación millonaria, una de las más grandes inflaciones
registradas por la historia mundial. La gente ve como los apristas y un grupo
de empresarios (los llamados 12 Apóstoles), sobreviven e incluso se tornan en
nuevos ricos, a pesar de la crisis. El mal ejemplo
de los apristas que utilizan el gobierno para enriquecerse es la causa de la
primera degeneración de los partidos políticos.
A partir de
la pésima experiencia política aprista de 1985 a 1990, los militantes dejan de
creer en ideologías y exigen a los partidos, a cambio de su aporte, un puesto
de trabajo en el Estado. Así, los partidos son una
maquinaria electoral con ideología básica, que sólo sirve para conseguir
trabajo.
En
las elecciones municipales de 1989 y las generales de 1990 aparecen los candidatos
“outsiders”, los candidatos intrusos, sin experiencia previa política, con una
ideología básica democrática burguesa, sin organización, ni cuadros preparados
para gobernar. Ellos son Ricardo Belmont, ganador de
la alcaldía de Lima Metropolitana; Luis Cáceres Velásquez, triunfador en las
elecciones para alcalde provincial de Arequipa; Alberto Fujimori, tuvo éxito en
las elecciones presidenciales de 1990 sobre el candidato de los partidos de
derecha (AP, PPC), Mario Vargas Llosa. Esta primera
degeneración de los partidos en maquinarias electorales dura toda la década de
los noventa del siglo XX.
En
medio de la “recuperación de la democracia”, en las elecciones del 2001, se
nota una segunda degeneración de los partidos. A los
candidatos sólo les importa el resultado, ganar el proceso electoral, dejan de
lado el partido, tal cual lo hizo Alan García en su primer gobierno, dejó de
lado al APRA y gobernó con sus amigos dentro y fuera del partido. Un ejemplo
que grafica esta segunda degeneración es: Una candidata de un partido de
derecha se encuentra con militantes de otro partido de derecha que estaban
pintando las paredes y pegando afiches de su candidato, ella les propone que
peguen sus afiches y hagan pintas a la vez por ella a cambio de un pago. El
grupo acepta. Allí se dan cuenta que pueden trabajar tanto para un candidato
como para otro candidato, convirtiéndose en una “service” que prestan sus
servicios a cualquier candidato que les pague por sus servicios.
Los
partidos de maquinarias electorales pasaron a ser empresas electorales. Lo significativo
es que mantuvieron la ideología demócrata burguesa. Porque los partidos
socialistas no lograban obtener los fondos para convertirse en empresas
electorales, el costo de las campañas es muy alto. Muchos socialistas
terminaron camuflándose en empresas electorales dirigidas por empresarios con
una mentalidad liberal más abierta.
Estas
empresas electorales capitaneadas por políticos burgueses, defensores del
capitalismo, tampoco pudieron cumplir con la misión de hacer del Perú una
Nación. Ni siquiera se acercaron a la concepción de Nación conservadora de
Víctor Andrés Belaúnde o de Jorge Basadre. Su labor en el gobierno se circunscribía
a ejecutar los designios del Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Poco a poco
el descontento contra los partidos políticos degenerados fue creciendo en la
población, sólo porque el voto es obligatorio la
gente va a votar por un candidato. El Perú
es una democracia burguesa sin partidos, esta una idea generalizada para
caracterizar a la democracia burguesa representativa peruana. A pesar de ese
descontento con los partidos, no hay una reacción de la élite dirigente
peruana. Los empresarios se dedican a extraer las materias primas y regalarlas
a las transnacionales, los políticos facilitan esta labor desde el ejecutivo
otorgando contratos intocables y dando permisos, incluso ilegales, para la
extracción de los recursos naturales del Perú. El Congreso promulga leyes
favorables a las transnacionales y a los negocios ilícitos. La economía
informal e ilegal (narcotráfico, minería ilegal, tala ilegal de la Amazonía)
comienzan a controlar la economía y la política.
Desde
1980 hasta hoy, todos los presidentes afrontan investigaciones por corrupción,
también la actual presidenta Dina Boluarte acabará igual. Desilusión seguida por otra desilusión presidencial es la historia reciente
del Perú. Se confió en un ex presidente
demócrata, Fernando Belaúnde, y quienes lo
rodearon usufructuaron del tesoro público. Luego, la gente depositó su
confianza en un joven político, Alan García,
y fue para peor, en el Perú actual un sinónimo de
corrupto es aprista. Se pasó a ilusionarse
con un extranjero de origen japonés (el Japón era un ejemplo de eficiencia),
y Alberto Fujimori es ubicado entre los 10 presidentes
más corruptos del mundo. Ilusionaron a los peruanos con un cholo, idéntico étnicamente a la mayoría de
peruanos, y Alejandro Toledo es extraditado de
Estados Unidos por haber recibido coimas millonarias (comisiones
ilegales) de empresas brasileñas. Asume el cargo otra vez Alan García, y es investigado por su relación con
la corrupta empresa Odebrecht, acabó suicidándose
para no purgar cárcel. Hablaron de que la salida era poner a un militar en la presidencia, se eligió al comandante (EP) Ollanta Humala, hoy investigado por financiar
su campaña ilícitamente y recibir comisiones ilegales por la Transoceánica III.
Otra desilusión
fue el gran empresario, gran académico, que
supuestamente contaba con un gabinete de lujo, Pedro
Pablo Kuczynsky, acusado también de recibir
comisiones ilegales y de aprovecharse del cargo. Continúa el periodo
presidencial un representante de las regiones,
Martín Vizcarra, cae en el delito de la corrupción y es acusado y sancionado,
al punto que no puede ser candidato el 2026. La izquierda,
en medio de esta gran desilusión, asume la presidencia con Pedro Castillo, y no
puede con la ola de corrupción y está en el penal junto a Toledo. Le
sucede una mujer, al fin una mujer en la
presidencia, Dina Boluarte, al mes cuenta en su haber cerca de 70 asesinados por
las fuerzas militares y policiales, acabará su mandato y será juzgada en los
tribunales oficiales por los asesinatos y por la gente es considerada una
asesina y traidora.
Fujimoristas
y apristas desde el Congreso gobiernan el país, trayendo un
tsunami de leyes anticonstitucionales, copan las instituciones del Estado: Junta
Nacional de Justicia, Ministerio Público, Poder Judicial, Tribunal Constitucional.
Los congresistas son en su mayoría investigados por delitos de todo tipo, al
menos 80 de los 130.
Así,
los partidos mutan por tercera vez, degenerando en organizaciones criminales. Su único objetivo es robar el tesoro público, roban a
sus propios trabajadores sus sueldos, no cumplen con sus planes de gobierno, la
mejor obra es la que no se hace porque se han repartido el presupuesto entre el
empresario corrupto y los políticos.
Mutados en organizaciones criminales, los partidos han terminado con la democracia representativa burguesa, las organizaciones criminales políticas acabaron con la democracia burguesa representativa. En Puno y en todo el Perú resuena la sentencia condenatoria: Esta democracia ya no es democracia, hecha canción por la gente a la cual no consideran peruana. Bien decía Voltaire: La civilización no suprime la barbarie, la perfecciona