martes, 17 de junio de 2025

PERÚ, ELECCIONES 2026 Y GOBIERNO CÍVICO MILITAR LA DEMOCRACIA DE LA BILLETERA VIII

 

Año 21 Número 215             Arequipa, 2025, junio 18

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LA DEMOCRACIA DE LA BILLETERA VIII

ELECCIONES Y GOBIERNO CÍVICO MILITAR

Por: Arturo Muñoz

Desde la civilidad no hay una organización o personaje que pueda dirigir el gobierno a partir del 28 de julio del 2026 en Perú. En ninguna de las 43 empresas electorales inscritas para las elecciones generales del próximo año, existe una propuesta viable de gobierno. En consecuencia, la posibilidad de resolver los asuntos nacionales vía elecciones democráticas se aleja por la inexistencia de planes de gobierno y equipos políticos capaces de afrontar las amenazas del desgobierno, la corrupción, la delincuencia y la crisis económica en ascenso.

Ni en el centro, ni en la derecha, ni en la izquierda aparece una organización confiable para el recambio de gobierno en las próximas elecciones. Muy por el contrario, los nuevos ricos han capturado el gobierno y el Congreso, representados por personajes acusados de crímenes que los ponen con un pie en la cárcel. Las fortunas de los nuevos ricos provienen de la explotación minera, la agroindustria, la educación, la tala de bosques, el contrabando, el narcotráfico y otras actividades. Sin una organización que se les oponga, los nuevos ricos permanecerán en el poder hasta el 2026 y posteriormente.

Preocupados sólo porque sus negocios vayan bien, los nuevos ricos que controlan el ejecutivo y el legislativo, han permitido el desastre social de la generalización de la delincuencia, promoviendo una ola criminal, con leyes prodelincuencia, que afecta a millones de ciudadanos y ciudadanas, sin distinción de género, edad y raza. Los únicos que se salvan del crimen organizado son los propietarios de las grandes empresas, los representantes de las transnacionales. Ola criminal en la que ellos también están inmersos como ejecutores.

Pero la delincuencia es un factor más junto a otros que sumados obligan a adoptar medidas drásticas. Cada día que sigue en la presidencia Dina Boluarte es un milagro realizado gracias a las manos que la sostienen, las manos manchadas de Keiko Fujimori, de César Acuña, del Apra, de las fuerzas armadas y policiales. La ingobernabilidad multiplica los pedidos de vacancia de la presidenta usurpadora, exigencia principal de las movilizaciones y paros del transporte, de las movilizaciones de industriales, de comerciantes y ciudadanos en el país entero. A estas fuerzas vivas de la sociedad se unen los agricultores medianos y pequeños, los afectados por la contaminación minera, las comunidades nativas de la selva expulsadas de sus territorios, toda la población marginada de la bonanza de los precios altos de los minerales, en especial del oro y el cobre.

Además de lo anterior, el enfrentamiento entre las instituciones del propio Estado incrementa las expectativas de la intervención de un personaje recio que imponga mano dura y ordene la sociedad. Estas luchas entre instituciones estatales generan un estado de indefensión absoluta, además, el abandono por parte del Estado de sus responsabilidades, como son: otorgar seguridad, hacer crecer la economía, garantizar la paz social, deteriora aún más la pésima situación del país.

La población observa irritada el choque entre la Fiscalía y la Presidencia. Mira al Poder Judicial resistiendo los embates de la delincuencia atrincherada en el Congreso, que cada día da más leyes para garantizar la impunidad a los criminales y a los corruptos. Igualmente, diariamente se descubren al interior de las propias instituciones estatales organizaciones criminales, desde las Fuerzas Armadas y Policiales, pasando por los ministerios, hasta el sistema judicial. El Estado está plagado de nidos construidos por los delincuentes.

Por ello, la confianza de la población en el Estado y en la democracia ha desaparecido y su lugar ha sido tomado por el sentimiento de hacer la justicia por sus propias manos. Las víctimas de esta sociedad injusta desean hacer pagar ellas mismas a los victimarios por sus abusos, universalizándose la necesidad de adoptar la pena de muerte, de usar las armas para defenderse de los criminales, de exigir un gobierno que ponga orden en el ámbito económico, impidiendo que las empresas saqueen los recursos naturales, sin dejar nada a los peruanos por los minerales exportados.

Como efecto de esta situación la mirada de la gente se dirige al presidente Bukele, lo toman como modelo del próximo presidente que debe reemplazar a Dina Boluarte; sin considerar los defectos del modelo Bukele, que redujo la delincuencia, pero no ha sacado a El Salvador de la crisis económica.

Pareciera que los poderes fácticos, los que realmente determinan la política peruana, las transnacionales, los barones de los bancos, los dueños de la gran minería, fomentan la anomia, el irrespeto a las leyes, para así tener la justificación de instaurar un gobierno cívico militar, que reprima cualquier oposición a la ejecución de sus proyectos mineros, caso Tía María y Conga; el gobierno tiránico que quieren implantar los poderosos tendría como objetivo proteger la explotación en la agroindustria, dar nuevas leyes que permitan arrasar con la Amazonía, talar los árboles indiscriminadamente, extraer el oro de los ríos amazónicos sin control ambiental. En definitiva, que tengan manos libres para explotar cualquier recurso natural sin pagar por él.

Perú está llegando al final del periodo de gobiernos democráticos para pasar nuevamente a gobiernos tiránicos. Las condiciones están dadas para el surgimiento de un gobierno cívico militar que deje de guardar las apariencias democráticas e imponer una represión generalizada. A diferencia de Bukele ese gobierno cívico militar no eliminaría la criminalidad, sino que la usaría para realizar atentados en contra de las organizaciones sociales, en contra de los defensores de las comunidades nativas y del medio ambiente, manteniendo un régimen de terror al estilo de Haití.

Si aplicamos la ley de la sobrevivencia del más fuerte, es muy probable que esta alternativa de gobierno tiránico se instaure en el país, pues las organizaciones sociales no cuentan con la fuerza para implantar, cuando menos, un gobierno democrático social - liberal. Las elecciones del 2026 están sentenciadas a elegir un personaje tiránico que aplique medidas fuertemente represivas.

Dina Boluarte ya no cuenta con más cartas que jugar. Está completamente aislada. Repudiada por unanimidad. Pero, los militares y policías tampoco son simpáticos ante la población, por ello un golpe militar no es posible por el desprestigio de las fuerzas armadas y policiales. Lo que sí es viable es un gobierno con una cara civil, detrás de la cual estarían directamente las fuerzas armadas. Un gobierno tiránico civil militar.


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